Contexto
Hace unos años, un amigo de mi padre nos prestó un terreno con una caseta para que pudiéramos disfrutarlo. La caseta llevaba mucho sin usarse y el tiempo había hecho estragos. Su padre había sido zapatero, y entre mucho polvo y alguna que otra araña, encontramos herramientas para hacer zapatos. Nos llamaron la atención y decidimos sacarlos fuera para verlos mejor. A mi madre le llamó la atención una de las hormas y empezó a mirarla. Y yo, casualmente, llevaba mi cámara encima.
Ejecución
Uno de mis profesores de fotografía en la universidad me dio uno de los mejores consejos que he escuchado para fotografiar: «busca siempre una perspectiva que no sea habitual». Al mirar a alguien lijar una horma, probablemente siempre lo vemos de frente o desde un lado, a la misma altura que la persona que lo está haciendo. Es por eso que decidí disparar desde arriba, desde un ángulo cenital. Quería que se viera perfectamente cómo mi madre lijaba la horma y que ningún objeto sobresaliera por delante de otro.
En cuanto a la luz, estábamos debajo de un árbol que permitía que no hubiera una luz directa y dura, pero tampoco creaba sombras marcadas. En fotografía exterior siempre intento jugar con el entorno y no añadir luces complementarias a no ser que sea imprescindible para tener un resultado de calidad. En este caso, aunque la luz era buena, los colores de la madera de la horma y de la mesa eran diferentes. Quería que las manos y la horma fueran el sujeto sin que hubiera distracciones, así que decidí ponerlo en blanco y negro. Además, al editarlo, le añadí más contraste para dar más sensación de «dureza».
¡Y eso es todo!